El ojoesmeralda

Otea siempre desde la misma rama del mismo árbol. Observa a su presa y fija el plan de caza cuidadosamente, calculando el lugar, la trayectoria, el 
momento del impacto. Y, de repente, lo materializa. Sin más cuentos, a por ello. Y vuelve a la misma rama. A secarse. Ritualmente. También le gusta darse cortos vuelos para examinar los alrededores, girando a su base al cabo de poco rato. Y descansar, tomarse largos descansos, mientras se solea. Ésta es, básicamente, la parte pública de su historia natural básica. Lo que ya no es tan conocido es que el Cormorán acomete viajes en solitario a través de toda clase de terrenos inhóspitos y en las más adversas condiciones climáticas. Una vez, este Diciembre, lo ví volar en mitad de una tormenta, por encima de las cúspides de los Puertos de Beceite, es decir lejos de cualquier cauce donde pudiera cazar. Uno solitario. Y llevaba un rumbo fijo, no se había perdido, no dudaba, iba derecho a algún sitio. Ayer, vi otro Cormorán solitario, volando a piñón fijo por encima de las estepas de Teruel y Zaragoza, también lejos de cualquier cauce donde aprovisionarse. El ojoesmeralda.







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